Visita de estudo a Sevilha, quarta-feira, 28 de
Janeiro de 2015.
Apanhamos o autocarro com a
ideia de passarmos um bom dia, e assim foi.
O professor Júlio queria que
víssemos uma exposição sobre um escritor português, José Saramago. Não sabíamos
o que se podia ver numa exposição deste género. Salvo os alunos de português,
ninguém o tinha lido. Na exposição, ficou-se com a sensação que ele escreveu livros
muito interessantes. Até lhe deram o Nobel de Literatura!
Estavam lá umas fotografias
muito grandes de quando ele vivia em Lanzarote. O preto e branco da maioria das
fotografias lembrava a terra vulcânica das ilhas Canárias. Junto de uma parede,
estava um monte de areia preta dos vulcões, que trouxeram para a ocasião.
Saramago foi um escritor
muito importante. Lemos umas frases dele, escritas na parede em letras muito
grandes, em português e em espanhol, que são línguas muito parecidas. O
professor disse que José Saramago sabia falar espanhol muito bem, e que ele
estava casado com uma jornalista espanhola, Pilar del Río. Hoje em dia, a viúva
dele encarrega-se de velar pelo legado do defunto esposo.
Para que nós o ouvíssemos,
projetaram um vídeo de um conto de José Saramago, “A maior flor do mundo”. Ele
falava com um sotaque esquisito, mas percebíamos tudo. O conto estava feito com
estatuetas de plasticina que se mexiam. Via-se um menino que se perde no campo
e encontra uma flor que está a murchar. Então, o menino vai à procura de água
para regá-la, mas só pode trazer um bocadinho nas suas mãos. Depois de várias
tentativas, a flor reanima-se e cresce até se tornar uma flor gigantesca.
Cansado, o menino adormece e
a flor, agradecida, solta uma pétala para o agasalhar.
Depois de procurarem muito,
os pais dele acham-no aconchegado ao pé desta flor colossal e sentem-se muito
felizes com a façanha do seu filho. O que o conto quer dizer é que, embora
sejamos crianças, podemos conseguir coisas surpreendentes com esforço e
perseverança. Isso já nós sabíamos, mas gostámos de ver como o contava
Saramago.
A exposição foi na Casa da
Província, que é como se fosse a ‘Deputação’, cá em Málaga. No rés-do-chão
vimos uma outra exposição, desta vez de Picasso. Estavam lá a Suite Vollard e
umas peças de olaria pintadas pelo artista malaguenho. Não compreendíamos bem
porque é que Picasso pintava assim. O professor Júlio disse-nos que devíamos
admirar Picasso da mesma forma que admiramos uma escultura românica ou uma
pintura rupestre. Pareceu-nos curiosa a comparação.
Mesmo andando muito
depressa, dava para tirarmos fotografias e selfies.
Uma aluna fazia de repórter. Perante a Sé de Sevilha, perguntávamos às pessoas
que lá passavam onde é que ficava a praia, para gozarmos um bocado com elas,
mas sem má intenção. Lanchamos ao solzinho e rapidamente entramos na Sé.
Que loucura! Ela é enorme!
Estivemos o tempo todo a olhar para cima: as abóbadas, os arcos lanceolados, os
altares, cada um deles de um estilo diferente. O altar-mor está enfeitado com
um fabuloso retábulo em madeira que o professor Júlio dizia que estava
“estofado”. O que significava que a policromia é pintada sobre ouro: ficamos
ainda mais boquiabertos.
A etapa da Giralda foi a
mais gira. Embora seja alta, subimos em pelotão todos juntos até lá acima em
pouco tempo. Tiramos muitas fotografias. Lá em baixo, a cidade fica como um mar
de telhados e terraços. A descida foi ainda mais veloz. Que engraçado! Quantos
risos!
E já era a hora do almoço.
Fomos até à Porta de Jerez, onde há muitos locais de que gostamos, para
comermos hambúrgueres e batidos e coisas do género. Também estavam lá muitas
lojas de lembranças, nas quais gastamos dinheiro sem conta. No entanto, os
professores ficaram à nossa espera, muito relaxados numa esplanada lá em
frente. É que o dia estava lindo. Nem uma nuvem, nem vento, nem nada.
Um aluno da minha turma
esqueceu-se do casaco no restaurante, mas a professora Maria José foi à procura
dele e devolveram-lho. Um outro menino começou a correr atrás dos elétricos que
nem um saloio. Os professores repreenderam-no. Mas, em geral, portamo-nos muito
bem.
Como já não tínhamos muito
tempo, os professores decidiram dar um passeio pelo Bairro de Santa Cruz. É
lindo vermos as ruelas e pracinhas todas com jardins e vasos às cores. Eu
gostaria de voltar para ver o bairro mais devagar.
Durante a viagem de volta
berramos e rimos sem parar, mas ninguém enjoou. Os professores disseram-nos
que, como correu tudo bem, iam contar connosco para outra visita de estudo.
TRADUCCIÓN
TRADUCCIÓN
Nos montamos en el
autobús con la idea de pasar un buen día, y así fue.
El profe, don Julio,
quería que viésemos una exposición sobre un escritor de Portugal, José
Saramago. No sabíamos que se podía ver una exposición de un escritor. Salvo los
alumnos de portugués, ninguno lo había leído. En la exposición parecía que
escribió mucho y bueno. Hasta le dieron el premio Nobel de literatura.
Había unas fotos muy
grandes de cuando vivía en Lanzarote. El blanco y negro de la mayoría de las
fotos recordaba a la tierra volcánica de las islas Canarias. Junto a una de las
fotos, y recogido contra la pared, había un montón de arena negra de los
volcanes, que habían traído para la ocasión.
Fue un escritor muy
importante. Leímos de él unas frases escritas sobre la pared en letras de gran
tamaño, en portugués y español, que se parecen mucho. Dijo el profesor que José
Saramago sabía hablar muy bien en español, y que estaba casado con una
periodista española, Pilar del Río. Hoy en día, su viuda se encarga de velar
por el legado de su difunto esposo.
Para que le oyésemos, nos
proyectaron un vídeo de un cuento de José Saramago, “La mayor flor del mundo”.
Hablaba con un acento raro, pero se le entendía todo. El cuento estaba hecho
con figuras de plastilina que se movían. Era de un niño que se pierde en el
campo y encuentra una flor que está marchitándose. Entonces, el niño va en
busca de agua para regarla, pero sólo puede traer un poco en sus manos. A
fuerza de traer y traer, la flor se reanima y crece y crece hasta hacerse una
flor gigantesca. Cansado, el niño se duerme y la flor, agradecida, le arroja un
pétalo para arroparlo. Después de buscar mucho, sus padres lo encuentran acurrucado
a los pies de esta flor colosal y se sienten muy felices de la hazaña de su
hijo. Lo que quiere decir el cuento es que, aunque seamos niños, podemos conseguir
cosas sorprendentes con esfuerzo y perseverancia. Eso ya lo sabíamos, pero nos
gustó ver cómo lo contaba Saramago.
La exposición estaba en
la Casa de la Provincia, que es como la Diputación, allí en Sevilla. En la
planta de abajo vimos otra exposición, ésta de Picasso. Se trataba de la Suite
Vollard y de unos cacharros de cerámica pintados por el artista malagueño. No
entendemos bien por qué Picasso pintaba así. Don Julio nos decía que debemos
admirar a Picasso lo mismo que admiramos una escultura románica o una pintura
rupestre. Nos pareció curiosa la comparación.
Aunque íbamos con muchas
prisas, nos daba tiempo de hacer fotografías y selfis. Una niña hacía de
reportera. Delante de la catedral de Sevilla, le pregutábamos a la gente que
pasaba que dónde estaba la playa, para reírnos un poco, sin mala idea. Nos
tomamos el bocadillo al solecito y rápidamente a la catedral.
¡Qué pasada! ¡Enorme!
Todo el rato mirábamos para arriba: las bóvedas de crucería, los arcos
apuntados, los altares, cada uno de un estilo. El altar mayor está decorado con
un fabuloso retablo de madera que don Julio decía que estaba “estofado”. Que
significa que se pinta la policromía sobre oro: la boca se nos quedó más
abierta todavía.
La etapa de la Giralda
fue la más diver. A pesar de lo alta que es, subimos en pelotón todos arriba en
ná de tiempo. Tiramos muchas fotos. Debajo, la ciudad es como un mar de tejados
y azoteas. La bajada fue más rápida todavía ¡Qué risa!
Y ya era la hora de comer.
Fuimos hasta la Puerta de Jerez, donde hay muchos sitios que nos gustan, para
comer hamburguesa y batidos y esas cosas. También había muchas tiendas de
souvenirs, en las que nos gastamos una pasta. Mientras, los profes nos
esperaban muy relajados en una terraza de enfrente. Es que el día era precioso.
Ni una nube, ni viento ni nada.
Uno de mi clase se olvidó
un chaquetón en el restaurante, pero la seño María José, fue a por él y se lo
devolvieron. Otro niño empezó a correr detrás de los tranvías, que parecía de
pueblo el niño. Los profes le regañaron. No se vaya a creer, en general nos
portamos muy bien.
Como ya no quedaba mucho
tiempo, los profes decidieron darnos un paseo por el Barrio de Santa Cruz. Es
muy bonito ver todas esas callejuelas y plazoletas con jardines y macetas de
colores. Me gustaría volver para verlo con más tiempo.
Durante el viaje de
vuelta gritamos y reímos sin parar, pero nadie se mareó. Los profes nos han
dicho que, como ha salido bien, que contarán con nosotros cuando vayan a hacer
otra excursión.
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